Padecimientos
El impacto de nuestras decisiones en la prevención de un Ictus
- Autor: Giovana Femat
La prevención de los factores de riesgo es indispensable para reducir el riesgo de sufrir un ictus o infarto cerebral, por ello es importante conocer aquellos que podemos modificar para lograr tener un impacto positivo en nuestra salud.
Debemos también ser conscientes de que existen factores de riesgo que no podemos modificar como la edad, el sexo o los antecedentes familiares, pero si bien las enfermedades crónico degenerativas como la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, la artritis, etcétera, no se curan, pueden controlarse, y de esta manera “modificarse”.
Para lograr la prevención, es indispensable apoyarse en profesionales de la salud, como el nutriólogo, los especialistas en enfermedades crónicas como el médico internista, el cardiólogo, endocrinólogo o neurólogo.
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Si bien este tipo de padecimientos pueden suceder en cualquier etapa de la vida, aún en personas sanas sin enfermedades conocidas, se han descrito una serie de situaciones que predisponen a que ocurran. A estas situaciones se les conoce como “factores de riesgo”.
¿Cuáles son los factores de riesgo de un accidente cerebrovascular?
Las situaciones que se asocian con el proceso de un accidente cerebrovascular isquémico o hemorrágico (ACV) se pueden dividir en modificables y en no modificables, a continuación se mencionan algunos ejemplos.
Factores de riesgo modificables.
- Hipertensión arterial. Es aquella enfermedad en que la presión arterial o sanguínea se eleva por encima de los límites normales.
- Diabetes mellitus. El exceso de glucosa en la sangre debido a una deficiencia de insulina puede asociarse al acúmulo de placas de colesterol.
- Hipercolesterolemia. Nombre dado al aumento de colesterol o triglicéridos.
- Enfermedades inflamatorias. Como Artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, etc. Ocasionan un daño sostenido en los vasos sanguíneos.
- Dieta alta en grasas saturadas y carbohidratos.
- Sobrepeso y obesidad. Por sí solas se asocian con aterosclerosis, además de predisponer a otras de las enfermedades mencionadas anteriormente.
- Tabaquismo. Uno de los factores indiscutibles en el desarrollo de aterosclerosis y por lo tanto riesgo de infartos cerebrales es el consumo de tabaco.
- Sedentarismo. El estilo de vida sedentario además de la ausencia de una actividad física frecuente.
Factores de riesgo no modificables.
- Factores genéticos y hereditarios. Este es un factor de riesgo no modificable, se ha visto que existe cierta predisposición familiar con este tipo de eventos.
- Edad >65 años. A mayor edad, mayor riesgo y mayor rigidez de las arterias.
- Sexo masculino. Los hombres, por cuestiones hormonales, tienen más riesgo de aterosclerosis.
Finalmente, una pequeña proporción de pacientes no cuentan con ningún factor de riesgo aparente, y aún así desarrollan infartos cerebrales.
¿Qué es un accidente cerebrovascular?
Los accidentes cerebrovasculares, también llamados infartos cerebrales, son aquellos eventos en los que el cerebro sufre daño como consecuencia de un desbalance entre el aporte y la demanda de oxígeno.
Para entenderlo de un modo más sencillo, recordemos que el oxígeno se transporta a todo el cuerpo por la sangre, y la sangre a su vez viaja en conductos llamados vasos sanguíneos. Las arterias llevan sangre “oxigenada” desde los pulmones a todos los órganos (incluído el cerebro), mientras que las arterias recogen la sangre “desoxigenada” y la llevan nuevamente a los pulmones para que se vuelva a cargar de oxígeno.
La frase “desbalance entre el aporte y demanda de oxígeno” hace referencia a que el cerebro necesita sangre con oxígeno, pero por alguna razón no está llegando. Al no recibir el oxígeno necesario, dichas áreas del cerebro empiezan a sufrir daños que pueden alterar su función de manera temporal o permanente, trayendo como consecuencias secuelas o en casos más graves incluso la muerte. Este evento es lo que se conoce como accidente cerebrovascular.
¿Cómo se clasifican los accidentes cerebrovasculares?
De manera concreta se pueden dividir a los accidentes cerebrovasculares en isquémicos y hemorrágicos.
Los accidentes isquémicos son aquellos en los que la sangre no llega porque la arteria se obstruye, mientras que los hemorrágicos, popularmente conocidos como “derrames cerebrales”, suceden por la ruptura de un vaso sanguíneo.
El proceso de la “aterosclerosis” y la importancia de conocerlo
Una de las causas de que las arterias del cerebro se obstruyan es por un aumento en la cantidad de colesterol, que con el paso del tiempo se va acumulando en los vasos sanguíneos así como el sarro de las tuberías.
Este proceso de acumulación de placas de colesterol en las arterias se conoce como aterosclerosis y puede provocar que, por distintas situaciones, una de estas placas de colesterol se desprenda, viaje por la sangre hasta finalmente obstruir una arteria del cerebro.
Las arterias son vasos sanguíneos que se encargan de llevar la sangre rica en oxígeno al corazón y a otras partes del cuerpo.
Causas de ateroesclerosis
Aunque no se conocen las causas exactas de esta enfermedad hay algunas circunstancias que pueden convertirse en factores de riesgo y provocar la aparición de esta afección, como son:
- Fumar.
- Niveles de colesterol y triglicéridos altos
- Hipertensión arterial
- Obesidad.
- Sedentarismo.
- Realizar comidas con alto porcentaje de grasas saturadas.
Otro factor de riesgo, pero menos decisivo a la hora de desarrollar ateroesclerosis, es tener algún familiar de primer grado que haya padecido esta enfermedad a una edad temprana.
Los hombres son más proclives a padecer ateroesclerosis; en cambio, cuando las mujeres alcanzan el estado de la menopausia, el riesgo se iguala entre hombres y mujeres.
Prevención
Para prevenir la ateroesclerosis, se deben evitar factores de riesgo tales como el consumo de grasas saturadas y colesterol, la hipertensión, fumar o la falta de ejercicio.
Por ello, los especialistas recomiendan llevar una dieta equilibrada y saludable y realizar actividades físicas con carácter rutinario para evitar la aparición de este tipo de afecciones.
Diagnóstico y tratamiento
En primer lugar, para diagnosticar la ateroesclerosis, el especialista llevará a cabo un examen físico para comprobar los síntomas del paciente, y, además, realizará una de las siguientes pruebas o, dependiendo del caso, una combinación de las mismas:
- Cateterización cardiaca: Se inyecta un contraste en la arteria coronaria afectada y, a continuación, se realiza una prueba de rayos X. Sirve para localizar los lugares en donde hay estrechamientos u obstáculos y otro tipo de irregularidades.
- Hacer una prueba de ultrasonidos, llamada Doppler, consistente en enviar ondas sonoras a los vasos sanguíneos para valorar el flujo de la sangre. Si este sonido es débil o nulo, significará una obstrucción en la arteria.
- Contrastar la presión de la sangre en los tobillos y en los brazos para delimitar si existe una buena o mala circulación en la sangre. Si la diferencia de presión es grande, eso significaría que el paciente presenta ateroesclerosis.
- Realizar un escáner nuclear cuando el paciente está reposando, o bien después de haber llevado a cabo una actividad física; esta prueba puede revelar qué áreas del corazón no están recibiendo suficiente sangre.
El tratamiento puede variar de una persona a otra debido a la edad o el estado de salud, y dependiendo de donde se encuentre localizada la ateroesclerosis. Pero, por lo general, el procedimiento para tratar la ateroesclerosis es:
- Modificar y disminuir los hábitos propios del paciente: Reducir el colesterol, el tabaquismo o la falta de ejercicio.
- Administrar distintos tipos de medicamentos, como anticoagulantes para prevenir la formación de coágulos, o medicamentos antiagregantes plaquetarios para reducir la capacidad de adhesión de las plaquetas, ya que éstas producen coágulos.
- También se pueden recetar medicamentos para disminuir la presión arterial y el colesterol.
- Tratamientos quirúrgicos como la angioplastia, que abre las arterias obstruidas, o un bypass de la arteria coronaria que se utiliza en los pacientes que tienen angina de pecho debido a la obstrucción en las arterias coronarias.
Los especialistas recomiendan que los pacientes con riesgo de sufrir esta afección comiencen a realizarse exámenes desde los 20 años para poder llevar a cabo una detección temprana, si se padece.
En el caso de no contar con factores de riesgo que puedan provocarla, se aconseja que el primer examen en hombres se realice a los 35 años y a los 45 años en el caso de las mujeres.
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