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Juntos de la mano
- Autor: Giovana Femat
Cuando una persona sufre un infarto cerebral se presentan diversas secuelas que van de leves a graves, muchas de ellas se pueden revertir con neurorehabilitación, como la parálisis de miembro superior y mano.
El caso de Sofía es un ejemplo de cómo algo tan sencillo como mover la mano, puede tener un gran impacto en la vida cotidiana y laboral de la persona que lo padece. Para ella, escribir unas cuantas líneas en la computadora se convirtió en un reto.
Ella misma nos comparte un poco de su historia, luego de recuperarse de un Infarto cerebral a sus 37 años de edad.
Aquella terrible mañana
Aquella terrible mañana
Siempre me he considerado una mujer muy activa. Me encantaba despertar muy temprano por la mañana, salía a correr un poco, luego iba una hora al gimnasio, después a clases y llegaba a la tarde a casa para estar con mi familia. En fin, creo que mi vida giraba en un entorno sano física y mentalmente, al menos eso era lo que yo pensaba.
Un día cualquiera y sin previo aviso sentí que, en medio de mi rutina de ejercicios, todo se me ponía oscuro y me desmayé. Desperté dos semanas después en la cama de un hospital sin poder hablar ni moverme, con un susto enorme ya que no sabía qué era lo que me estaba ocurriendo.
Aprendiendo de nuevo
Atrás había quedado la mujer activa que era. En ese momento dependía de todos, aunque afortunadamente conté con el apoyo de mi esposo, mis hijos, familiares y amigos. Pero sobre todo de un excelente grupo de especialistas, quienes con estudios llegaron al tratamiento adecuado que me ayudó a ir recuperándome un poco.
Eso fue tan solo un pequeño paso de todo el camino que me ha tocado recorrer desde ese entonces. No voy a negar que la frustración se apoderaba de mí cada día: la rehabilitación era una tortura.
Gracias al esfuerzo de mis terapeutas, quienes con empeño y paciencia fueron enseñándome de nuevo, hoy puedo caminar. Y aunque aún tengo dificultades de movimiento en un miembro superior, ya camino, hablo y voy aprendiendo cada día más.
Viviendo con limitaciones
Creo que la dificultad más grande que encontré fue, sin duda, la mental. La frustración, la depresión, las ganas de no seguir adelante y de odiar al mundo por lo que me había pasado se adueñaron de mí. Sin embargo, entendí que ese era el mayor dolor, que si lo superaba, mi vida podía continuar.
Afortunadamente así lo fui tomando y superando. Actualmente asisto a diario a mi terapia física y la rehabilitación ha sido la salvación de mi cuerpo y de mi mente.
Quizás mi mano derecha no responde tan rápido como quisiera, y ciertamente mis tareas tanto en la universidad como en casa no son tan fáciles como lo eran antes. Pero estoy aprendiendo a vivir con mis limitaciones.
El mundo sigue adelante
En esta parte, más que hablar de mí y de mi experiencia, quiero hablar de ti que me estás leyendo, que seguramente estás pasando por una situación similar o conoces a alguien que la está viviendo.
Tener un infarto cerebral no es sinónimo de que la vida acabó. Al contrario, para mí fue la respuesta que necesitaba para entender que estaba viva y que debía luchar por nuevos días.
Lo importante es siempre contar con la familia que te apoya y, por supuesto, con un buen equipo de especialistas que te ayuden en la rehabilitación para salir adelante.
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